En la noche del 20 de julio de 1969, un niño argentino de 5 años residente en Cañuelas, fue despertado por sus padres y abuelos para ver el alunizaje de la misión espacial Apolo 11, el programa estadounidense que llevó al primer ser humano a la Luna.
Para la humanidad, este evento representó un gran avance en la tecnología y en las ciencias espaciales. Para De León, quien ayudaba a su abuelo en la agricultura y en otras tareas del campo, fue el comienzo de su afición por el espacio.
Aún sin saberlo, su predilección por las ciencias espaciales lo llevaría, años más tarde, a formar parte de los diseñadores de una obra que él considera como naves del espacio en miniatura: los trajes espaciales.
“Los trajes espaciales eran una pasión para mí desde que era pequeño. Me parecía algo maravilloso debido a la complejidad que deben tener para poder proteger a un astronauta de un medioambiente tan hostil como es el espacio. Siempre me pareció algo casi mágico, hasta que empecé a entender que, como todas las cosas, no era nada de magia, sino ciencia”.
Durante su infancia en Cañuelas, Pablo de León comenzó a construir y a lanzar a baja altura cohetes modelos que recuperaba en paracaídas. “Eran intentos muy modestos, pero yo era muy pequeño”, recuerda. En las imágenes, se observan algunos cohetes modelos que De León diseñó cuando tenía 9 años.
Desde muy temprana edad, comenzó a construir y a lanzar, a baja altura, cohetes modelos que recuperaba en paracaídas. “Eran intentos muy modestos, pero yo era muy pequeño”.
“Aprendí cohetería gracias a una revista maravillosa que había en Argentina que se llamaba Lúpin. Era una revista de historietas y de planos sobre cómo hacer experimentos. Gracias a ella, aprendí algo de electricidad, electrónica y aeromodelismo, entre otras actividades”.
Tras descubrir su vocación, De León, quien comenzó un curso de piloto de aviones a los 15 años, se dedicó a la electromecánica y estudió ingeniería.
Luego, completó un posgrado en Estudios Espaciales en la Universidad Internacional del Espacio. También, realizó un doctorado en Historia de la Ciencia y de la Tecnología de la Universidad de San Andrés, en Argentina.
A inicios de los años 90, comenzó su travesía en la NASA como contratista en el Centro Espacial Kennedy, en Florida. Ahora, 30 años después, es uno de los pocos hispanos que colabora en la agencia como investigador de trajes espaciales y de vuelos humanos hacia el espacio.
“Mi trabajo no es una rutina. Todos los días hay proyectos nuevos, hay desafíos tecnológicos nuevos que tenemos que llevar a cabo”.
“Ahora, por ejemplo, tengo un nuevo proyecto de la NASA que consiste en el desarrollo de un prototipo de un traje especial hecho, en gran medida, con impresión 3D. Esto posibilitará la disminución de nuestra dependencia de la Tierra cuando se hagan misiones a Marte y más allá, porque traer una parte de un traje espacial desde la Tierra son dos años de viaje entre ida y vuelta”.
Este sistema de tres dimensiones permite escanear el cuerpo de los astronautas y producir un traje espacial que se ajuste a sus medidas específicas.
“Cuando hablo en escuelas y charlas, les cuento a los niños el valor de la persistencia, no dejar que los obstáculos los frenen en cumplir sus sueños. Creo que uno puede lograr lo que se propone si uno es verdaderamente consecuente con su sueño y con lo que quiere hacer”.
El destino de la mayoría de los niños que nacieron en la época y el lugar en el que nació Pablo Gabriel De Leon era dedicarse a las cosas de campo, una tarea sumamente noble, pero él tenía otra pasión, que era el espacio.
Cañuelas mucho más que cosas de campo, desde IDEAR URBANO te invitamos a conocerla y a conocernos.
